martes, 15 de junio de 2010

Pensando con compañeros, amigos, vecinos, habitantes; toda esta gente unida en la lucha, me atrevo a decir, permanentemente; nos encontramos en numerosas ocasiones con la necesidad de encontrarle un significado a la palabra “público”. Palabra que toma protagonismo en estos días en que su histórica enemiga la palabra “privado” nos muestra su fría cara, convencida y tranquila luego de tantos años casi sin ser cuestionada.
Cada uno de nosotros le da un significado a lo “publico”, pero para promediar conceptos podemos decir que es lo perteneciente al pueblo todo.
Creo que en este caso se va un poco más allá. El espacio público que defendemos es la tierra en su esencia y la vida que existe en ella más allá de nosotros. Este espacio que defendemos ya no pertenece al pueblo, sino que es el pueblo quien pertenece a él. Él estaba antes que estemos nosotros. Y si es verdad que duele que nos quiten lo que es nuestro, duele aun más que destruyan lo que somos.

En tiempos en que el desmedido accionar del hombre requiere de estudiar y regularizar hasta lo más cotidiano; la Organización Mundial de la salud establece que en zonas urbanas deben existir al menos 10 mts2 de espacio verde por habitante. Es triste saber y contar que en nuestro partido, Vicente López, existen tan solo 0,6 mts2. Otra vez el tema vuelve a ser la distribución equitativa: mientras hay gente que puede apropiarse de ese escaso espacio verde dentro de los cánones de la propiedad privada; otros tantos se quedan sin nada.

El llamado “Vial costero” no solo nos quita ese espacio común, ya insuficiente, al cual pertenecemos y que es funcional a nuestra recreación, descanso, salud e inspiración. Sino que implica una vez mas excluir a los más humildes. No solo porque no es para ellos este megaemprendimiento faraónico, sino porque esa irracional inversión (54 millones de pesos solo por parte del Estado nacional) no será destinada a fomentar la salud y educación publicas ni a las viviendas, sino al consumo desmedido e irresponsable que propone un shoping, a la frivolidad de torres y un hotel de lujo, la avaricia de un casino o la incoherencia de una ostentosa autopista que no lleva a ninguna parte.

Es fácil aplaudir la gestión superficial en uno de los partidos con mayor recaudación del conurbano bonaerense. Lo difícil es ver en profundidad la maniobras indignantes de la corrupción que descuida e incluso recorta la inversión publica (tal es el caso del Geriátrico municipal), para favorecer una ves mas a unos pocos ya favorecidos desde hace tiempo.

El espacio verde pertenece a todos y todos pertenecemos a él. Somos los distintos colores de esta wiphala, de esta bandera de pluralidad, de unión en la diversidad. Solo comprendiendo esta unión podremos frenar esta injusticia.
Aunque se venda la tierra en bolsas, el pasto en panes y el agua brote potabilizada de algunas canillas, nosotros decimos: ¡LA RIBERA NATURAL NO SE TOCA!

¡TODO PARA TODOS!

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